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EXEGESIS PRIMORDIAL DEL CEREMONIAL Y EL PROTOCOLO



Seguramente un momento augural de la civilización fue, cuando el hombre, abandonando la lucha y reconociéndose en relación con otros, esbozó un primer gesto de convivencia, el saludo, el que fue respondido; así se cristalizo el más primitivo de los ritos.


Si reconocemos que el ceremonial es un conjunto de ritos y rituales, aseveramos que su nacimiento esta en la propia esencia del hombre. Fueron los brujos, los primeros en interpretar las normas de los rituales, ellos conocían el nexo entre el hombre y el tótem o ser divino. La vida tribal no se podía realizar de cualquier manera estaba sujeta a un determinado ritual obligatorio. Seguramente quien osaba alterarlo merecía un castigo previsto.


Todos los actos de los seres humanos desde los albores de la civilización están regidos por “el ceremonial”, él nos indica lo que era y es correcto hacer, decir o estar, de aquello que no lo es. Los pueblos se atuvieron a las normas civilizadoras de su propio ceremonial, cada tribu, cada clan, cada pueblo lo expresó y expresa según sus creencias, sus tradiciones y los condicionamientos que le son propios.


Podemos entender y afirmar que el ceremonial es un arte flexible que se adapta a la idiosincrasia, tradiciones y costumbres de cada uno de ellos. El desafío es reconocer el ceremonial del otro para así no ofenderlo.

El ceremonial puede parecer una técnica rutinaria, pero en su esencia es el arte del buen vivir, que prioriza a las personas y a la celebración de la vida por sobre los medios. Profunda es su filosofía y su sentido estético, que da cabal sentido a esta disciplina, sumadas a ellas la actitud y la impronta de cada persona, la transformará en una materia dinámica, llena de vida, cuyo destino es la convivencia y el buen hábito del respeto mutuo. Conocer, valorar y aplicar ceremonial es saber estar, decir, y hacer, en el tiempo y en el espacio oportuno y adecuado.

Es el ceremonial el gran ordenador de todo acto y de todo comportamiento dentro de un ámbito. El reto es entonces, superar la mera técnica, para alcanzar el vuelo que llevará el ceremonial a la expresión de una filosofía hondamente apegada a una concepción totalizadora y superior de la vida.


La sociedad humana jamás perdona a quienes transgreden las normas de comportamiento, a aquellos que hieren con gestos y palabras, que desconocen las medidas en que es lícito moverse.


Hace pagar un precio terriblemente duro a esa persona, si públicamente demuestra que no ha asimilado los frutos de la civilización.


El ceremonial ha sido altamente beneficioso en la organización social de los pueblos, el favoreció el entendimiento, que ha evolucionado hasta nuestros días a niveles internacionales, como lo demuestra la creación de la ONU.


Debemos a ésta disciplina los mecanismos para la aceptación de emisarios (enviados, nuncios, embajadores); la negociación de los términos de paz en las guerras, el fin del conflicto de la precedencia entre los Soberanos, la igualdad jurídica entre los Estados (orden alfabético); sin dudas esta filosofía cuyo fines permanentes son establecer el orden y la armonía, es el mayor civilizador de la humanidad.


Un hombre no es superior en virtud de los tratamientos que lo exaltan, ni por sus títulos, o su nivel económico, sino por su jerarquía espiritual, moral y por su conocimiento y respeto a las normas de comportamiento. Lo contrario, reverenciar, adular a los poderosos, la obsecuencia y todo lo artificioso y superficial es contrario a lo que el ceremonial propone.


La personalidad y conducta de un hombre “superior”, lo hace invariable en la cortesía, se encuentre en la opulencia o bien en la pobreza. Indudablemente el hombre posiciona los cargos, puestos o funciones que desempeña por su condición de tal, y no a la inversa.


Ceremonial, es buscar la convivencia; se refiere al entendimiento y a la existencia. Es hacer de la vida una obra de arte. Si podemos entender esta humilde definición, habremos percibido lo grande que encierra el ceremonial. Nos olvidaremos de lo hiriente, de los odios, y recordaremos lo finito de nuestra existencia, la necesidad de la comunión con el otro. Transcurriremos el sendero de la vida con amistad, cortesía, amor y respeto. Convivencia es civilización. Se trata entonces de valorar solo lo que tiene valor. Saber y practicar esta disciplina es comprender la vida, propiciando su victoria, no es un arte de los muertos sino de quienes estamos vivos.


El ceremonial optimiza y potencia el encuentro, no lo condiciona; hay ceremonial en las grandes celebraciones y ritos de la vida, pero también en lo cotidiano y sencillo de cada día. Es preciso tener presente que tanto sea en nuestra actividad privada o pública siempre estamos regidos por el ceremonial y debemos actuar en consecuencia.


Falso apoyo será apelar a él en fastuosas oportunidades, porque de nada servirá, seguramente quedará de manifiesto esa apelación; por el contrario si es un hábito lo que corresponda nacerá y se demostrará naturalmente.


La cortesía, obviamente necesita mutua respuesta y conocimiento, siendo entrañable al comportamiento humano. El ceremonial tiene sus pilares en ella, en el respeto, en la consideración al otro y en la fraternidad de la sociabilidad.


Una persona puede estudiar y capacitarse solamente con la técnica, pero si carece de cortesía y trato, será solo un formato carente de contenido, se trata de ser “suave en el modo, fuerte en la acción “ (Lao-Tse). Recordemos por último las palabras del Apóstol san Pablo “adelantaos los unos a los otros en el respeto mutuo”.


Prof. Rubén Alberto Gavaldá y Castro www.caecba.com @ProfesorGavalda

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