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LA SERVILLETA (1ra. parte)


Hoy nos detendremos a considerar la utilización protocolar de la “serviette”.


Primigeniamente ésta pieza de tela, que sirve en las comidas para limpiarse la boca y/o los dedos, era traída por cada comensal al acercarse a un banquete; mas, era de la misma tela generalmente de su atuendo principal o en “composé” con ésta. Luego comenzaron a ser ofrecidas por los propios anfitriones. En época medieval la gente, al comer con las manos, más que utilizar servilletas, se limpiaba con pieles de animales.


Debemos reconocer también que existen dos tipos de servilletas: una que se utiliza en desayunos y meriendas (llamada servilleta de te) la que reconocerán por ser pequeñas y más vivas o de colores alegres; y otra, utilizada en almuerzos, comidas o cenas (llamada servilleta de comidas), cuyo tamaño es considerablemente amplia, lo suficiente como para abarcar el regazo o la falta, es blanca.


Las servilletas deben ser de tela y de buena calidad, al igual y haciendo juego con el mantel. Serán de hilo, granité de algodón o piqué. Deben permitir la absorción sin complicación, por lo que aquellas de telas sintéticas de fácil lavado o planchado, típicas de lugares de eventos o restaurantes, no son adecuadas para ningún caso, pero mucho menos en el hogar.


Si bien las servilletas en tiempos pasados eran bordadas por las damas junto a los manteles, en el tiempo de la espera de su compromiso matrimonial, no veo adecuado que se utilicen monogramas en las mismas. El elemento en donde se limpia e higieniza la boca y/o las manos no debe estar representada la inicial de la anfitriona las que sí son propicias sutilmente en los extremos del mantel. Esta regla es válida también ser observada, salvando las distancias, por las empresas de marketing o similares que en algunos restaurantes, hoteles, sitios o servicios de eventos aconsejan colocar el nombre y emblema institucional en las servilletas para higiene (sean de papel o de tela). Pretender plasmar la imagen y mensaje corporativo en ella es un yerro grave. Querer posicionar y fidelizar una marca, pidiéndole al público que con nosotros pueda limpiarse sus suciedades, es ¡¡¡horrible!!! solo pensarlo.


Volviendo al tema, y dejando de lado la pasión profesional que a veces me embarga, digamos que las servilletas deben plancharse imperceptiblemente, tendiendo más bien a emprolijarlas, con un doblado simple, quedando en forma rectangular preferentemente y no en triángulos tan vistos y reiterados. De papel nunca.


Los servilleteros merecen un capítulo aparte, básicamente podemos decir que si los hay deben ser de calidad, pero mejor no colocarlos. Aunque reconozco que primando el buen gusto estético en algunas reuniones especiales como Navidad es aceptable. No hay elemento más zonzo e inútil en la mesa que un servilletero. Hoy podemos afirmar que conjuntamente con los platos “riñón” de ensaladas, las tazas de consomé, la pala de pescado y el aguamanil de mesa están sentenciados a los museos.


Bien, creo que me extendí demasiado en los conceptos preliminares, prometo mañana –improbable lector- abordar de lleno su utilización. Gracias por acompañarme y compartir estos pensamientos que espero sean del mismo agrado para Usted leerlos como para mi escribirlos.


Prof. Rubén Alberto Gavaldá y Castro.

Presidente del Instituto CAECBA

@ProfesorGavalda


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