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CEREMONIAL Y PROTOCOLO: EL ARTE DE SABER CONVIVIR


No estamos solos...es evidente. Nuestra vida, se desenvuelve codo a codo con los demás hombres: en la familia, en el trabajo, en la calle, con los vecinos, en las relaciones sociales permanentes o circunstanciales.


Convivimos con personas de muy diversas culturas, formación, temperamento, posición social, credo político y aficiones. La convivencia se impone por si sola y de nosotros depende su calidad para que desde allí, las relaciones que surjan sean más humanas.


La convivencia debe ser imperiosamente abierta, amigable y bien dispuesta si pensamos en los demás. Convivir exige respetarnos y respetar a nuestros semejantes.


Convivir con la mala educación hace la vida ingrata, tosca y desagradable, por ello, las normas que ayudan a convivir se basan en la consideración y en el respeto a los demás.


La deferencia, por su parte, hace referencia a los demás, a la cortesía y al aprecio que presiden la vida de relación.


El que tiene consideración por los demás debe: ayudar al necesitado con esfuerzo y el olvido de sí mismo, se trata de aliviar la pena del enfermo o atender al anciano por ejemplo; será cortes y amable no siendo o pareciendo ser llamativo, ni el centro de atención de los demás; no molestará a la gente, no ofenderá y no humillará; guardará decencia en el vestir y temperancia en el comer; no tendrá conversaciones arrogantes, ni tímidas, ni serviles, sino sencillas y en ningún modo capciosas; no utilizará términos con doble sentido, que den lugar a interpretaciones erróneas o ambiguas; dirá siempre la verdad: ¿cómo confiar en las palabras de quien piensa en una cosa y dice otra?; procurará mantener siempre un gesto amable, ya que la expresión del rostro revela la disposición del espíritu y tendrá un mirar tranquilo y natural, mostrándose ni altivo ni huidizo


¿Qué hacer para tener un buen convivir?, pues bien comencemos por conocernos un poco mejor sabiendo y reconociendo qué cualidades tenemos, para apoyarnos en ellas, y cuáles son nuestros defectos más arraigados, para así corregirlos y erradicarlos. Una persona que no se conoce interiormente o que no se acepta, se convierte en un ser permanentemente desequilibrado, susceptible, testarudo y de un trato altanero con los demás.


Entre otros menesteres, procuraremos también, tener capacidad de aprender para conocer cosas nuevas y modificar actitudes; sabremos valorar y apreciar a los demás en vez de fijarnos solamente en los defectos, en los errores o en lo que hacen mal (seguramente en algunos casos nos costara más que en otros, es cierto también); intentaremos ponernos en el lugar del otro para comprenderlo mejor; no deslizaremos quejas o criticas porque sí, sino mas bien hablaremos positivamente de los demás y, cuando no sea posible, callaremos. Por último recordemos no sentirnos ni ser enemigos de nadie, por el contrario siempre seremos respetuosos de los demás, tal cual como deseamos que nos respeten a nosotros, expresándolo con un obsequio, una sonrisa, un tratamiento, un ceder la palabra o el paso, por ejemplo.


Prof. Rubén Alberto Gavaldá y Castro

Presidente del Instituto CAECBA

@ProfesorGavalda


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