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LA IMPORTANCIA DE NUESTRA IMAGEN EXTERIOR



Podemos asegurar, sin miedo a equivocarnos, que el ceremonial es la comunión (común-unión) entre ética y estética. Sobre el primer cincuenta por ciento escribiré en un futuro próximo, sobre el restante iniciaremos un pequeño análisis hoy.


Como primeras reflexiones aborda mi mente el dicho que todos conocemos “en la vida no solo es serlo, sino también parecerlo”, e inmediatamente una máxima que aprendí de niño de boca de mi Madre “bien vestido, bien recibido” ¡cuánta verdad!


Nuestra imagen externa es uno de los factores más importantes a crear, si leyó bien, la creamos e instituimos como “marca” individual; luego vendrá el tiempo de cuidarla y protegerla de los ataques externos ¡sí!, pero también, y sobre todo, de los ataques internos proveniente de nuestro abandono y de nuestra falta de exigencia en su inmaculada continuidad.


La sociedad es muy exigente, lo sabemos y nos lo hace notar al pedirnos una constante y congruente imagen tanto a nivel social, como también profesional. En consecuencia, debemos vestir correcta y adecuadamente en cada momento y en cada lugar como se espera de mí.


Para conformar esa inicial imagen personal debe preguntarme: ¿quién soy? ¿con quién estoy? ¿a dónde voy? ¿para qué y en dónde estoy?. Ductilidad y sobriedad serán las claves del éxito. Recuerde, fiel lector, una regla fundamental que reza que imagen se puede estar en exceso o en defecto, y que ambos extremos están mal. No puedo ir al mercado con un smoking, pero tampoco puedo ir a un cóctel con bermudas.


La primera impresión es determinante para subir la persiana de la comunicación o para bajarla definitivamente; ésta estará conformada por determinados aspectos que deben conjugar con armonía en el concierto personal de nuestra imagen. Estos vectores de comunicación son: 1) visuales, lo que visto y como lo luzco (ropa, accesorios, calzado, peinado, etc.) más las expresiones de mi lenguaje corporal (con indicios negativos y/o positivos que transmitimos conscientes o inconscientemente); 2) auditivos: lo que digo y cómo lo digo; 3) olfativo: perfumes y afines, 4) otros.


Concluyo estas líneas con dos reflexiones: la primera marca la necesidad de realizar cada tanto tiempo una autoevaluación de nuestra imagen personal, para saber qué es lo qué estoy transmitiendo, qué aprecian o decodifican los demás. Si no puedo solo es válido pedir el juicio de alguien que nos quiera bien y que sea un grato “juez” lo más imparcial posible; la segunda es recordar que la imagen es una moneda con dos caras. Una cara es objetiva y es lo que transmitimos con nuestra imagen, cruda y llanamente; la segunda es subjetiva y es la lectura que hacen los demás de nuestra imagen personal, lectura que está atravesada y conformada por prejuicios, cultura, intereses, etc.


Pueden coincidir o no. Cuantas veces pensando que estábamos impecables alguien no dijo: ¿te sucede algo? ¿qué cara que tienes? o al revés, pienso que soy un desastre y alguien me dice: ¡qué bien que te queda aquello! ¡qué bien que estas!. Sea de una forma o de otra nuestra imagen debe ser siempre adecuada a nuestra generación, utilizando de la moda aquello que me ayuda a disimular imperfecciones y a resaltar fortalezas.


Prof. Rubén Alberto Gavaldá y Castro @ProfesorGavalda www.caecba.com

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