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SER UNA PERSONA CULTA



La formación cultural en mayor o menor medida, según las circunstancias, ambientes y posibilidades personales, es imprescindible en el trato social.


Ser culto no implica saber mucho de una sola cosa, sino por el contrario es conveniente saber un poco de muchas.


Deberíamos saber algo – lo suficiente - de arquitectura, música, pintura, cine, política, deporte, etc. para no estar “en la luna de Valencia” y pasar por un ignorante social.


Si fuera necesario y preciso por determinada exigencia circunstancial, como por ejemplo un viaje a otras culturas, se leerá una publicación de la materia ignorada; eso sí, con el debido asesoramiento de alguien entendido en esos temas para que, de ese modo, sepamos cómo abordar el tema, medir su contexto, y en definitiva no perder tiempo, esfuerzo ni dinero.


Ser una persona culta no significa ser un “sabelotodo” indiscriminado y minorista, sino por el contrario, implica ser una reserva para que apelando a la misma podamos disponer de un cierto bagaje cultural que nos permita no quedar condenados al silencio cuando no se habla de algo relacionado con nuestra especialidad.


Inicialmente bastaría con leer a diario la prensa; tener un plan de lecturas seleccionadas y bien orientadas; oír música de vez en cuando; visitar alguna exposición o museo.


Y es que en última instancia, la cultura nos ayuda a mantener una postura ante la vida, a comprenderla mejor en extensión y profundidad. De ahí que cuantos más cultos, más completos seres seremos, pues habremos ido incorporando a nuestra vida algo importante del bagaje cultural de la humanidad, legado de siglos, que nos colocan ante la sabiduría.


Dentro del comportamiento social, la prudencia marca callar cuando no se conozca un tema. Muchas veces sufrimos inconscientemente del “síndrome” agudo de opinólogos.


Lamentablemente la poca cultura profundiza cada vez más la grieta de la incomunicación en la que vivimos. No tenemos iniciativa de diálogo, y muchas veces -entre otras causas- no sabemos ni tenemos de qué hablar.


Por cautela siempre será es mejor no hablar cuando desconozco un tema, alguien presente puede conocerlo y, tratarlo de nuestra parte sin sustento, ni argumento nos dejará en clara evidencia de ser un “osado” cultural y un atrevido social.


Prof. Rubén Alberto Gavaldá y Castro

@ProfesorGavalda


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