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SOMOS MAS Y NOS TOLERAMOS MENOS



¿Qué diferencia hay entre los modales de 1950 y los de nuestros días?. Seguramente muchos. En este período se han producido grandes acontecimientos culturales, sociales, políticos y económicos; evidentemente cambios ha habido, pero permanecen cuestiones fundamentales: los hombres somos hombres, seguimos viviendo unos con otros, nos necesitamos, nos relacionamos... y todo eso le deseamos hacer en paz, amable y agradablemente, aunque no siempre lo consigamos. Se trata, nada más ni nada menos que de saber tratarnos y comportarnos personal y comunitariamente con dignidad y decoro.


Hoy la situación ha evolucionado al variar muchos hábitos de vida, cambios que determinaron indefectiblemente el cambio que mencionamos precedentemente, entre ellos: las pocas horas de convivencia en el hogar, la presencia de la mujer en el ámbito laboral y por tanto su ausencia del domicilio familiar, el modo de relacionarse que tienen los padres para con los hijos, el modo de relacionarse que tienen los abuelos para con los nietos, el modo de relacionarse que tienen los hermanos entre sí, los miembros de las familias pasan horas y días fuera del domicilio habitual por motivos profesionales, hay demasiadas horas diarias dedicadas a estar delante del televisor y/o la computadora -instancia que ha cercenado el diálogo y el conocimiento mutuo conllevando al desinterés por la participación en las ilusiones y preocupaciones de los componentes de la familia-, la transmisión de cultura, hábitos, intereses, entre los miembros de la familia se ha visto restringida confiando que sólo forma a un educando las enseñanzas que se imparten en la escuela -sumado a veces que los padres no saben o no quieren saber qué es lo que aprendieron sus hijos o en ese colegio-, más un largo etcétera.


Ante ello ¿podríamos revertir al menos en algo la situación? Entiendo que ¡sí! que podemos y que debemos hacerlo. Debemos recuperar la transmisión de lo esencial, favorecer el contacto directo de los jóvenes con el pasado, incentivar el trato vivo con las raíces y el origen, con los fundamentos de la sociedad y con lo perenne de la cultura.


La buena crianza, la cortesía y los buenos modales son enteramente compatibles con la sinceridad y con la coherencia, son rasgos jóvenes y cotidianos de toda sociedad. Si bien vivimos en una sociedad habituada a grandes avances tecnológicos y científicos, ello no puede nublarnos la vista y hacernos perder el horizonte de lo principal: el hombre mismo.


La ausencia de una educación seria y profunda, provoca una paulatina aceleración a la vulgaridad y a la grosería, que son los síntomas inequívocos de la barbarie cultural y la regresión a las épocas de las cavernas y la vida en la selva.


PERDIMOS en general: la PACIENCIA, el RESPECTO, la CONSIDERACION, el TACTO, el CRITERIO, y el SENTIDO COMUN


PERDIMOS en particular: la VIDA SOCIAL BARRIAL, el APOYO Y APEGO A LA CULTURA, los VIEJOS RITOS como: escribir a mano alzada, comunicarnos personalmente, la alegría de recibir cartas o esquelas por correo postal (el franqueo y hasta la estampilla), la visita a los cementerios, el ahorro, la compra de una vivienda de acuerdo a nuestras necesidades sociales, el enarbolar Bandera en los balcones de las casas en las fechas más significativas de nuestro calendario patrio, creatividad en los juegos de niños, la elegancia en los argentinos, el habito de la lectura, el concurrir a una biblioteca, la auto ilustración, la cultura general, etc. etc. etc. y sobre todo la IMPERSONALIZACION DEL TRATO instancia que se percibe en todo sentido, hasta en lo político y religioso.


A cambio hemos obtenido: MAYOR TIEMPO DE VIDA (la sociedad es más longeva), UNA COMUNICACIÓN MUNDIAL EN SEGUNDOS, MAYOR TECNOLOGIA, ABREVIAR LAS DISTANCIAS, hasta en algunos casos MAYOR CONFORT, pero no hemos aprendido a mantener y cultivar las relaciones interpersonales… SOMOS MAS Y NOS TOLERAMOS MENOS.


Prof. Rubén Alberto Gavaldá y Castro

@ProfesorGavalda

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