SOBRE LOS ESCENARIOS DEL CEREMONIAL OFICIAL

Los Jefes de Estado (rey o similar en una monarquía o presidente/a en una democracia) tienen en la sede de su poder un referente escenográfico-histórico-tradicional único.
No son elementos aislados o montados solo para una trasmisión televisiva o radial; por el contrario, carentes de ellos no serían, en parte, lo que son.
La función de un jefe de estado conlleva cargar sobre sus espaldas la responsabilidad de acrecentar la referencia que hace el pueblo sobre la relación estado-poder, de modo que esta ecuación y construcción mental y real, nunca sea mancillada, ni devaluada, ni denigrada. Por el contrario.
En Argentina, la Real Fortaleza de don Juan Baltasar de Austria (año 1595) hoy Casa Rosada (2015) contiene 420 años de historia y de sucesos diversos -buenos y malos- encerrados en sus paredes y transitado en su suelo; por consiguiente, ni ésta ni ninguna otra sede del ceremonial oficial de un país debe ser tribuna de consignas políticas partidarias, la razón se decanta en su lógica: es la casa de todos, conciudadanos entre sí.
La oratoria política debe encausarse en sus auditorios propicios y lógicos: proselitista en las calles o tribunas diversas; parlamentaria entre iguales en recintos dedicados a tan fin; superior en los ámbitos reservados solo al ceremonial oficial.
El ejercicio de la oratoria real o presidencial debe siempre cuidar que la palabra (acompañada de sus gestos, matizada por los silencios y corroborada por los aplausos) nunca deba ni pueda ser sectaria sino mas bien ha de ser universal, paternal y fraterna en la búsqueda incansable de la unión y pacificación de los gobernados.
Un jefe de estado reúne en su persona a todos a quienes representa, quien lo olvida comete una grave omisión.
Prof. Rubén Alberto Gavaldá y Castro
Presidente del Instituto CAECBA
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